Alcohol, vino tinto y longevidad: algunas reflexiones que vale la pena conocer

Cuando hablamos de alcohol, a menudo nos encontramos entre dos mundos.
Por un lado: la cultura, la conexión, el placer de una copa de vino compartida con buena compañía o buena comida.
Por otro lado, cada vez hay más cifras y estudios que nos recuerdan que el alcohol no es tan inofensivo como muchos de nosotros creíamos.

Nada nuevo, y aun así, algo en lo que la mayoría prefiere no pensar. Quizás porque el vino está entretejido en nuestros hábitos, nuestros rituales, nuestros momentos de relajación.

Así que no estoy ofreciendo una opinión sobre si es correcta o incorrecta. Solo algunas reflexiones que me quedaron grabadas tras leer dos artículos de Peter Attia, y que podrían inspirar reflexión a otros.

Alcohol y esperanza de vida: Una historia que se aclara

Lo que se ha vuelto cada vez más evidente durante la última década es esto: el alcohol, incluso en pequeñas cantidades, aumenta el riesgo de algunas de las enfermedades más graves de la vida moderna: enfermedades cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer, neurodegeneración y trastornos metabólicos.

Esto no significa que una copa de vino pueda causar daño.
Significa que el alcohol no es una sustancia "saludable" que prolongue la vida ni la vitalidad. Ese era un mito ampliamente aceptado, y que la ciencia ahora está desmantelando con firmeza.

Lo que me parece interesante es simplemente esto: el alcohol se ha normalizado tanto que rara vez hablamos de él como un factor que influye en nuestra salud. No de forma drástica ni inmediata, sino a largo plazo, de forma lenta y silenciosa.

Y cuando hablamos de longevidad saludable —los años que vivimos llenos de energía y vitalidad— cada uno de esos hábitos “tranquilos” conlleva un peso diferente.

Vino tinto y quercetina: una pieza inesperada del rompecabezas

El vino tinto ocupa un lugar especial en las narrativas sobre salud. Durante años, se consideró «cardiosaludable», «rico en antioxidantes» y un símbolo del estilo de vida mediterráneo.

La verdad es, como suele ocurrir, más interesante y menos romántica.

La quercetina , un polifenol vegetal beneficioso para la dieta, se comporta de forma diferente al combinarse con alcohol. En el vino tinto, puede inhibir la enzima ALDH2 , que descompone el acetaldehído, el compuesto responsable de dolores de cabeza, náuseas y esa sensación tan común de "el vino tinto me impactó más de lo esperado".

¿El resultado?

Algunas personas sufren dolor de cabeza después de tomar sólo un vaso.
No por los sulfitos.
No por el azúcar.
No necesariamente por el alcohol en sí.

Pero simplemente porque su cuerpo tiene dificultades para eliminar el acetaldehído (y la quercetina) hace que el trabajo sea aún más difícil.

No es dramático, y ciertamente no es motivo de pánico. Pero es una pista útil que explica por qué el vino tinto no les sienta bien a algunas personas, mientras que el vino blanco no les causa ningún problema.

Entonces… ¿Beber o no beber?

Esa es una pregunta que ningún artículo, ningún experto ni ningún blog debería responderte. Por eso no lo haré.

El alcohol tiene su lugar.
Para algunos, proporciona relajación, placer estético y una sensación de conexión social.
Para otros, produce falta de sueño, dolores de cabeza o la sensación de que el cuerpo pide suavemente un poco más de bondad.

Lo que creo que vale la pena extraer de los escritos de Attia es algo muy simple:

El alcohol no es “saludable”.
Pero no tiene por qué ser un problema si lo consumimos conscientemente.

Y el vino tinto no es inherentemente bueno o malo: es simplemente una combinación de compuestos que interactúan de manera diferente con cada cuerpo.

Quizás las verdaderas preguntas sean éstas…

¿Cómo me siento después de una copa de vino?
¿A la mañana siguiente? ¿Dos días después?

¿Bebo porque realmente me da alegría o por costumbre?

¿Noto alguna diferencia entre el vino tinto y el blanco?

¿El momento sería igual de agradable con una bebida sin alcohol?

Éstas no son cuestiones de lo que está bien o está mal.
Son preguntas sobre cómo queremos vivir, cuán presentes queremos estar en nuestros cuerpos y qué tipo de relación queremos con las cosas que consumimos.

Mi opinión personal

(Pista: evito predicar: me encanta el champán).

A medida que profundicé en la longevidad y la salud, me di cuenta de que el alcohol es uno de esos temas en los que realmente vale la pena escuchar al cuerpo.

No presionar.
No a la tradición.
No a los mitos sobre “una copa de vino tinto saludable”.

El cuerpo tiene muy claro qué es lo que le conviene, si elegimos escuchar.

Y aquí es donde termina la historia… o comienza

Este blog no está “en contra” del alcohol.
No es “para” alcohol.

Es simplemente una invitación a mirar un poco más amplio, un poco más suave, sin extremos.

Para darnos la oportunidad de tomar decisiones basadas en nuestra introspección y en cómo nos sentimos realmente.

Y reconocer, como adultos, que algo que añade belleza a la vida puede, en ocasiones, quitarle algo, y eso no significa que tengamos que renunciar a ello.

Significa simplemente vivir con consciencia.
Y elegir —realmente elegir— por nosotros mismos.